Una mujer fue con el ginecólogo y le pidió que le implantara la T de cobre, un dispositivo intrauterino que sirve para evitar la concepción. Le preguntó el facultativo: "¿Por qué quiere usted llevar ese artefacto?". Replicó ella: "Necesito cuidarme, pues estoy teniendo sexo con el abarrotero, el boticario, el carnicero, el chofer, el director de la escuela, el ebanista, el fotógrafo, el guardia, el heladero, el ingeniero, el joyero, el karateca, el lechero, el mecánico, el notario, el odontólogo, el portero, el quesero, el relojero, el sastre, el taxista, el urólogo, el veterinario, el windsurfista, el xerógrafo, el yerbero y el zapatero". El médico, después de oír esa pormenorizada relación, hecha además en riguroso orden alfabético (¡sólo la eñe se le escapó a la bárbara!), le recomienda a la mujer: "Señora: en vez de ponerse usted la T de cobre póngase la P de ...uta y cobre!!!!"