Quiero compartirles algunos datos de un table que traigo de moda: el Casino Club.
¿Que por qué “de moda”? Bueno, esencialmente por dos motivos: el primero es que recién lo conocí, el otro es que es un lugar tremendamente afortunado en cuanto a la calidad de las jamelgas.
Con los tiempos que corren, muchos sitios dejaron de contar con la presencia de buenas carnes, lo que sin duda habrá llevado a más de un miembro de este espacio a conformarse con la estriada semi firmeza de una ruca treinticuarentona si no fea, tampoco necesariamente deseable. Al menos he de reconocer que en esta situación me vi en diversas ocasiones y no pocas fueron mis lágrimas internas al recordar los buenos tiempos cuando detrás de cada muro se escondía una buena hembra y bajo cada piedra podía uno hallar panocha fresca y estrecha para degustar y poseer.
Esto fue hasta que di con el Casino Club. De entrada no parece nada sensacional: amplio, casi del vuelo del extinto Azul Tequila, ruido normal para estos lares, bastante clientela… venga, lo de toda la vida. ¿Qué lo hizo tan especial a mi parecer? Bueno, las mujeres sí son excepcionales: están todas en un rango de buenez que va de lo bueno a lo muy bueno. No las hay malas, tampoco las hay divinas, eso es verdad, pero el grado de estandarización femenina que se encuentra uno ahí no es nada despreciable: no hay gordas ni gordibuenas, todas están flaquillas, algunas en la antesala de comenzar a embarnecer, pero definitivamente ni una está mala. Las caras se enmarcan en el espectro de la normalidad, pero de nuevo: nada de extremos. Están bien hechecitas y punto.
En cuanto a la actitud, todas con las que he estado se han mostrado muy simpáticas, cariñosas y para nada apretadas al momento de meter mano, alguna que va comenzando sí dice que no le metas los dedos, pero creo que es algo bastante comprensible. Grosso modo, tienen una actitud de ganadoras.
En fin, la rara uniformidad corpórea y la excelente disposición anímica le granjearon mi favor a este sitio, pero la cosa no termina ahí. Los precios también están bastante bien: copas de 120 y jarras de 395. Los privados recuerdo que rondaban los mil y algo por unos cuarenta minutos, pero en esto no me hagan mucho caso porque no suelo utilizar ese servicio y cuando me dicen el costo casi nunca pongo atención.
En lo que respecta a los meseros, hacen su jale lo mejor que pueden pero la verdad no son espectaculares. Sin estar lleno el lugar, se hacen demasiadas bolas y las veces que he caído se han tardado fácil veinte minutos en traerme la cuenta. No son empero los malencarados abortos de reo que atienden en otras partes, eso es algo bastante positivo.
Por último, la ubicación: está poco después del célebre Prestige, para ser exactos entre Santos Degollado y Capitán Aguilar, se puede acceder tanto por Madero como por Colón.
Ignorante de si existe una escala establecida para calificar los lugares (sírvame de excusa que soy nuevo), yo le doy una valoración promedio de siete tangueras.
Yo fui una vez ahi, llegue a las 7:00 pm y en la entrada me tope a un bato con una cubeta de agua que iba para afuera, como que acababa de trapear, el lugar estaba completamente desierto, asi que no es tempranero para los que estan acostumbrados a llegar a las 3:00 al Mate.
